Un año; Treinta y seis días.
Esta noche me pesa la existencia a merced de mis recuerdos.
36 atardeceres distintos y sigues intacta, estática donde ese 28 de diciembre. No te vas.
El año nuevo todavía no empieza. No le encuentro principio.
Reconociendo mis recuerdos los hallé detenidos, paralizados en tu rostro, en la comisura de tus labios, en tus ojos más claros bajo el sol. En tu mano izquierda tomando la mía.
Día y noche, cada uno desde ese sábado, queriendo decirte "Ven de vuelta", sabiendo que no vas a aparecer. Y está bien. Está claro, así tiene que ser. Este no es el momento.
Me entretengo imaginando cuando vuelva a ser, lo sueño, lo verbalizo, ensayo la conversación. Así se me disuelven los minutos, los segundos de las 24 horas. Me repito nuestro pacto implícito...mi pacto con tu recuerdo.
Un año, 2 de febrero: estás aquí, en cada canción que sigo sumando a la última lista. En el viaje en auto por la avenida que aquella vez caminamos de la mano. En el sofá en el que miramos televisión en tu última visita. En cada paso, en esta ciudad. No sé cuánto tiempo estarás más por aquí.
Me pesa reconocer que hoy no soy el amor de mi amor.
Confieso que no lo quiero ni lo busco, pero tu recuerdo no me suelta, me desgarra cuando menos lo espero, en los lugares y momentos menos pensados. Me desata lágrimas que no quisiera que alguien más viera y como puedo disimulo.
Sé que ahora no vas a volver y confieso que me aterra la idea de no volverte a ver. Pero por ahora no te busco, no hay más señales, no me quedaré en medio en los tonos grises esta vez. Entonces, entre la inercia y la esperanza avanzo como creo que debo hacerlo.
Te espero en otro tiempo, o espérame tú, que te encontraré algún día, como me lo dijiste
hace 36 días.