Esperé llegar y verte en esa casa que dejó de ser sólo mía, que dejaste llena de ti. El fragmento de una canción bajo tu número telefónico me hizo pensar que te vería aquí. Me puse perfume, me acomodé el cabello; caminé despacio por la escalera. Abrí la reja, saqué las llaves que se escuchan desde lejos.
Pero no estabas. No había nada distinto en ese lugar que se vuelve más frío cada jueves.
Este sin sentido: intento dejarte ir y a la vez te sigo esperando.
Y venía el jueves otra vez. Vi tu fotografía de perfil, en blanco y negro. Minutos después desapareció, con todo rastro tuyo.
Era jueves otra vez, pasé de la emoción a la incertidumbre mezclada con ansiedad y sentimientos de injusticia con la vida; igual que en las últimas semanas.
Esta despedida obligada aspira a no retrasar tu encuentro con ese "algo mejor". Y si, por si acaso, no lo encontraras, te pido que por favor no me dejes sólo en tu lista de experiencias.
Todos los días pienso en ti, me gustaría que lo supieras. Me niego aún a aceptar que no te volveré a ver, que no cumpliremos la deuda más grande que nos tenemos.
Pero hoy me voy, porque esta despedida tiene un propósito, uno grande, y aunque haya distancia y silencio, no pienses que también hay olvido.
¿Dónde guardo todo el amor que me faltó darte y todo el amor que he tenido que seguir sintiendo, incluso aunque ya no estás? ¿Dónde se guarda el amor cuando se siente el corazón roto en mil pedacitos? Ojalá el viento se lo lleve todo, poco a poco. Y tal vez un día sientas la brisa tocar tu carita linda y sepas cuánto te sigo extrañando.
No sabes cuánto me ha costado no volver. Ver, tras la pantalla, un punto verde sobre esa fotografía tuya en un amanecer del fin de diciembre pasado, y no escribirte. En su lugar, te escribo diario en una conversación donde no estás, pero sí esa fotografía que nos gusta tanto, donde estamos juntas y usamos lentes de sol.
Perderte se ha vuelto uno de mis más grandes miedos, pero perderme es aún mayor hoy. Cómo podría amarte (y demostrarlo) si no me amo yo. Por eso sé que, la necesidad de ausentarnos en este momento requiere toda la energía y concentración para ocuparla en sanar y resolver lo pendiente.
Me cuesta irme, incluso de este texto, que pienso será el último que sí haga público. Dejaré de enviar señales. Dejaré de esperar ver las tuyas. Esta noche dejo de esperar verte en esta casa.
Por ahora, me quedo con mis sueños donde llegas a esta ciudad; con tu música; con el gato enojón que abrazo para sentirte cerca; con tu endulzante, y tu cepillo de dientes que sigue en mi baño. Con todo lo que me dejaste de ti, en mi, que a veces me hace sonreír y otras me duele hasta los huesos.
Si el fragmento de canción no era para mi, confieso que me lo adjudiqué: Me cuidaré y te pido que lo hagas también, porque no podemos hacerlo por la otra. Por ahora. Y en esta inmensa idea utópica que me acompaña, te pediría que me cuides, es decir, que te cuides, porque hoy siento que te pertenezco y me perteneces de una manera que no sé explicar. Y que, si la vida lo quiere, nos volveremos a ver para saldar las deudas que nos tenemos.
Era jueves otra vez, y hoy es domingo otra vez.
Adiós, Bonita. Te amo.
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