martes, enero 11, 2011

A Ellas

Me basto mirarla ahí con la cara triste, con los ojos decaídos y las manos sin fuerza, para empezar a tener este sentimiento de impotencia y casi odio contra aquel hombre al que apenas conozco y del que sé más por lo que de él cuentan, que por el trato directo. Aquel que se fue para trabajar y enviar a su familia el dinero necesario para vivir bien.
Un momento después entendí que él no es culpable de nada.
Empecé a sentir tanto coraje contra nuestra educación de familia, esa que grabó en su mente el papel que debía jugar en el juego de su vida. Ser la mujer sumisa, que se conforma, que tiene una casa “bonita y limpia” para los que llevan el dinero a ella, que tiene hijos y los cuida por siempre, sin siquiera detenerse a pensar en el sacrificio personal que para ella ha de representar. Estoy consciente de que hasta no tener hijos propios, no comprenderé lo que una madre es capaz de dar y dejar por aquel ser al que le dio vida; pero, ¿hasta qué punto una mujer debe morir como tal, para empezar a ser madre?
Veámosle la practicidad a la historia: él se va, envía el dinero necesario para que su familia viva con el menor número de carencias materiales. ¡Muy bien! Funcionó. Y lo mejor es que lo hizo hace tanto tiempo que sus hijos se acostumbraron a tener un padre por teléfono una vez por semana. Ella, se acostumbró a despertar por las mañanas y tener el otro lado de la cama vacío, no ha recibido una caricia delicada, ni un beso en los labios hace tanto tiempo. Pero hace poco recibió el comedor nuevo de madera, de esos de diseño moderno y vanguardista, que ella no eligió.
Por otra parte, la vida es un ciclo, la reproducción es parte de él. Tener hijos es necesario para dar continuidad a su información genética. Pero como humanos, no somos seres biológicos solamente. ¿Y las aspiraciones? ¿Y los sueños? ¿Y el amor de y por el compañero con quien decidió enlazar su vida? Esos debieron habérsele muerto a Ella cuando era muy joven.
Ella, a esa mujer fuerte, que nunca se queja, que trabaja incanzablemente, que renunció a su alma y cuerpo antes de conocerlos, que siempre que es necesario se presenta con la mejor cara, como si nada pasara…
Abuela, Madre, Tías: Ellas, a quienes, con alguna variante, pertecen estas líneas.

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